Cuando aumenta la maldad


“Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.” Mateo 24:12-13 (LBLA)

En los últimos años hemos presenciado como cada día que pasa, el mundo va aumentando en maldad. Al pasar el tiempo podemos ver que la maldad no solo ha crecido en el mundo, sino que también ha influenciado en gran manera a la iglesia y a los creyentes de hoy. Observamos que muchos creyentes se conforman más y más a este mundo. Y hasta nosotros mismos somos afectados por esto, y a veces ni nos damos cuenta.

¿Cómo sabemos que estamos siendo afectados por este aumento de maldad? Jesús dice que ‘debido a’, es decir que a causa de la maldad, nuestro amor se enfriará. Esa es la manera en que nos afecta, nuestro amor se enfría, para con Dios y para con nuestro prójimo. ¿Qué significa que nuestro amor se enfriará? Según Matthew Henry esto significa que “Los cristianos comienzan a ser tímidos y desconfiados unos de los otros, están alienados de los afectos, hay distancias creadas, se crean partidos, y así el amor llega a nada. El diablo es el acusador de los hermanos, no sólo a sus enemigos, los que hacen que abunde la iniquidad, pero unos a otro, lo que hace que el amor de muchos  se enfríe…Este amor se enfriará, pero no estará muerto; disminuye, pero no desaparecerá.”

Jesús nos dijo que iba a suceder todo esto, y como su palabra es siempre verdadera, ya vemos que se cumplió y sigue cumpliéndose. Entonces, ¿Qué podemos hacer ante esta realidad? El siguiente versículo nos responde claramente: “Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.”

La respuesta de Jesús es que perseveremos. ¿Cómo perseveramos? Haciendo uso de medios de gracia provistos por Dios: Orando, leyendo frecuentemente la palabra, compartiendo el evangelio con personas que no conocen a Jesús, ayunando y teniendo comunión con nuestros hermanos. Esto viene con un consuelo “ése será salvo”. Podemos hacer todo esto solo con la asistencia del Espíritu Santo, quién hará que nuestra fe aumente y nuestro amor por Dios no decaiga. Así que, hermanos, les animo a que cada día seamos diligentes en pedirle a Dios que nos conceda el deseo de poner en práctica cada una de estas cosas, para que podamos perseverar en confiar en aquel que nos amó y se entregó por nosotros; y para que nuestro amor no sea enfriado. Toda la gloria a ese Hermoso Salvador: JESÚS.


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